Con la mira puesta en un sendero de estabilización, el Gobierno nacional ajusta las piezas de su plan económico luego del acuerdo por USD 20.000 millones con el FMI, que promete ser el eje central de una nueva etapa. El objetivo inmediato: recomponer las reservas del Banco Central, reducir el riesgo país y allanar el camino para una salida gradual del cepo cambiario.
Tanto el presidente Javier Milei como el ministro de Economía, Luis Caputo, consideran que el respaldo del organismo multilateral permitirá generar condiciones para reabrir el financiamiento en los mercados internacionales hacia 2026, al tiempo que reforzará los activos externos del país.
La estrategia se apoya en tres pilares clave:
Aumentar las reservas brutas hasta alcanzar los USD 50.000 millones.
Reducir el índice de riesgo país con el respaldo del Fondo.
Rescatar Letras Intransferibles en poder del BCRA a precios de mercado para reforzar la posición patrimonial de la entidad.
Según fuentes oficiales, el primer desembolso del FMI podría ser superior al promedio histórico, ya que “el ajuste ya está hecho”. Sin embargo, la experiencia previa sugiere prudencia: apenas un puñado de los 311 programas aprobados desde el año 2000 contempló un desembolso inicial mayor al 50% del total. La consultora 1816 recordó que solo el 8% de los casos superaron esa proporción.
El Ejecutivo baraja dos opciones sobre el uso de los Derechos Especiales de Giro (DEG) que llegarán desde Washington: cancelar de inmediato una parte importante de las Letras Intransferibles –cuyo stock ronda los USD 23.000 millones, según estimaciones privadas– o avanzar con un esquema más gradual.
Ambos caminos buscan fortalecer la posición del Banco Central, que arrastra una debilidad estructural desde hace años. “Los nuevos fondos no se usarán para gasto público sino para recapitalizar el BCRA y respaldar la base monetaria”, remarcan en el Ministerio de Economía.
El levantamiento de las restricciones cambiarias es otra de las metas a las que apunta el Gobierno, aunque no se plantea como una medida inmediata. La hoja de ruta sería por capas, dependiendo del refuerzo de reservas y del éxito en la contención inflacionaria.
En este sentido, Caputo y su equipo apuestan a que el índice de precios comience a ubicarse por debajo del 2% mensual desde mayo o junio, lo que daría aire para avanzar con la desregulación del mercado de cambios. La estrategia oficial es no precipitarse, con la convicción de que una liberalización desordenada podría tener efectos adversos.
Mientras tanto, otras herramientas siguen sobre la mesa, aunque sin aplicación inmediata. Una de ellas es la ampliación del préstamo Repo firmado a principios de año con un consorcio de cinco bancos internacionales por USD 1.000 millones, con vistas a reforzar las reservas líquidas utilizables para afrontar pagos de deuda o eventuales intervenciones cambiarias.
En paralelo, se analiza la posibilidad de lanzar un Bopreal 4, una nueva serie de bonos en dólares que serviría para canalizar parte de la demanda de divisas retenida por multinacionales, que aún no pudieron girar dividendos a sus casas matrices debido al cepo. Este instrumento buscaría aliviar la presión futura sobre el mercado una vez iniciado el proceso de apertura.
En el centro de la escena está el monto inicial que habilitará el FMI. La consultora 1816 hizo un repaso de los programas firmados desde 2000 y advirtió que en la gran mayoría de los casos el primer desembolso fue menor al 20% del total. Incluso, desde 2018 solo tres programas superaron el 50% en el arranque, y ninguno alcanzó los USD 2.000 millones en términos absolutos.
A pesar de ese antecedente, en el Ejecutivo sostienen que Argentina podría recibir una proporción superior debido al ajuste fiscal ya realizado y al perfil de su nuevo programa. El decreto validado por el Congreso establece que los DEG sólo podrán usarse para cancelar pagos al propio FMI o para rescatar Letras Intransferibles, limitando su utilización a objetivos estrictamente financieros.
El Gobierno proyecta que una caída en el riesgo país –actualmente aún por encima de los 1.400 puntos básicos– sería la puerta de entrada para retomar el acceso a los mercados internacionales de deuda, con la intención de refinanciar los vencimientos a partir de 2026 y dejar de usar reservas para pagar capital e intereses.
En la primera etapa, los esfuerzos estarán concentrados en estabilizar las variables claves, ganar previsibilidad y consolidar un cambio de expectativas. Recién después vendrá la búsqueda de financiamiento externo, cuando las tasas internacionales sean más accesibles.
Aunque el acuerdo con el FMI genera expectativas, en el mercado prevalece la cautela. Todo dependerá de la secuencia de desembolsos, la velocidad en la recuperación de reservas y la respuesta de los inversores. El equipo económico lo sabe y apuesta a mantener una narrativa sólida, basada en el orden fiscal, la consolidación monetaria y la independencia del Banco Central.
Los próximos meses marcarán el ritmo de una transición que, en palabras del oficialismo, “ya no depende del ajuste, sino de sostener la confianza”.