Un terremoto de 7,7 grados en la escala de Richter sacudió este viernes a Myanmar y Tailandia, provocando escenas de caos, edificios colapsados y un número de víctimas que todavía no pudo determinarse con precisión, aunque se estima que hay cientos de fallecidos. El epicentro se ubicó a 17 kilómetros de la ciudad de Mandalay, en el centro de Myanmar, y la onda expansiva alcanzó varias provincias del norte tailandés.
Testimonios recogidos por medios locales como Mizzima y Myanmar Now dieron cuenta de al menos veinte muertos en las primeras horas, aunque fuentes extraoficiales hablaron de una cifra mucho más alta. “Todos los edificios están completamente destrozados. Ha sido el caos”, expresó una mujer de 40 años desde Naipyidó, capital administrativa de Myanmar.
A través de un mensaje enviado por Facebook, la misma vecina describió el momento con crudeza: “Fue espantoso. Me quedé atrapada en casa unos minutos. Si se derrumbaban las paredes, moría ahí adentro”.
La situación en Mandalay, segunda ciudad más poblada del país con 1,2 millones de habitantes, es especialmente crítica. “Todo el mundo está en las calles. Vi muchos edificios dañados. Hay incendios en varios lugares y los rescatistas no dan abasto”, relató un vecino en comunicación telefónica con la agencia EFE.
El sismo se produjo a las 12:50 hora local, lo que equivale a la 1:20 de la madrugada en Argentina. La ciudad de Mandalay quedó parcialmente paralizada. Hospitales, oficinas y escuelas resultaron dañados, y cientos de personas pasaron la noche en las veredas o en espacios abiertos por temor a nuevas réplicas.
Bomberos y equipos de emergencia trabajaron entre los escombros para rescatar a personas atrapadas, mientras las autoridades decretaron el estado de emergencia en seis regiones afectadas.
En Bangkok, capital tailandesa, se registraron movimientos menores pero suficientes para provocar evacuaciones. En otras provincias del norte, como Chiang Rai y Chiang Mai, el impacto fue mayor. Allí se reportaron daños estructurales en escuelas y templos, y varios heridos por caída de escombros.
Uno de los incidentes más graves ocurrió en un rascacielos en construcción, donde parte de la estructura colapsó, provocando la muerte de al menos diez personas y dejando un número aún incierto de desaparecidos.
El gobierno militar de Myanmar solicitó ayuda humanitaria ante el desastre. La Organización de las Naciones Unidas anunció una partida de cinco millones de dólares para colaborar con los esfuerzos de rescate y asistencia en la región. También se aguarda el envío de recursos desde países vecinos, como India, China y Tailandia.
Mientras tanto, varias embajadas occidentales recomendaron a sus ciudadanos evitar viajes a la zona. El Ministerio de Asuntos Exteriores del Reino Unido aconsejó mantenerse alejados de edificios dañados y estar atentos ante posibles réplicas, que podrían prolongarse durante días.
El sismo volvió a encender alarmas en una región con alta actividad sísmica y con infraestructuras poco preparadas para estos fenómenos. Las imágenes que comenzaron a circular muestran derrumbes masivos, columnas de humo y personas escapando de edificios en plena calle.
En Tailandia, David Aparicio, un cocinero español radicado en Bangkok, relató su experiencia a un medio europeo: “Todo se movía, fue una sensación muy rara. Evacuamos el edificio lo más rápido que pudimos. Estaba lleno de gente llorando y gritando”.
Con las comunicaciones parcialmente interrumpidas y las tareas de rescate en marcha, se espera que el número de víctimas aumente. En tanto, la población permanece en alerta, mientras los organismos oficiales trabajan en la identificación de daños y la asistencia a los heridos.
La jornada de este viernes quedará marcada como una de las más trágicas del año en el sudeste asiático. La fuerza del terremoto, su profundidad y el nivel de destrucción dejaron a miles de personas sin hogar y a dos países enteros sumidos en el dolor.