Economía: Apenas se consiguió sostener poco más de 6 billones sobre un vencimiento de 10. La estrategia oficial empieza a resquebrajarse ante la desconfianza local.
El Ministerio de Economía recibió un golpe duro esta semana cuando la Secretaría de Finanzas no logró renovar más del 59 % de la deuda en pesos que vencía este miércoles. De los más de 10 billones de pesos que necesitaba refinanciar, apenas obtuvo poco más de 6 billones. El resto, cerca del 40 %, quedó desierto, marcando un fuerte revés para el titular de la cartera económica, Luis Caputo, y su equipo.
Este traspié llega en un momento delicado. Días atrás, Morgan Stanley decidió mantener a la Argentina dentro de la categoría “standalone”, lo que en la práctica significa un cierre casi total del acceso a financiamiento en dólares en los mercados internacionales. Con la persiana bajada afuera, el gobierno depende exclusivamente del crédito local. Pero el resultado de esta licitación mostró que tampoco allí encuentra certezas.
A pesar de haber convalidado tasas más altas que en rondas anteriores, sobre todo en los instrumentos de corto plazo, el mercado eligió retirar los fondos en lugar de continuar financiando al Tesoro. Esto expuso una señal de agotamiento en el esquema de financiamiento interno, basado en una estrategia de corto plazo que ya no resulta suficiente para mantener la rueda girando.
Los instrumentos utilizados fueron Lecaps y Boncaps, que se caracterizan por pagar los intereses al vencimiento, lo que permite disimular los compromisos financieros en el resultado fiscal. Una práctica que ya genera críticas incluso desde sectores moderados. En voz baja, dentro del mismo oficialismo, reconocen que estos mecanismos buscan “dibujar” un superávit que, en los hechos, no está consolidado.
Las tasas ofrecidas en esta última colocación oscilaron entre el 2,34 % y el 2,88 % mensual, es decir, muy por encima de la inflación proyectada por el propio Gobierno, que sigue sosteniendo expectativas cercanas al 1 %. Frente a esa contradicción, la lectura más extendida en los mercados es que la confianza no aparece. Si bien las tasas son atractivas en términos de rendimiento, los inversores prefirieron retirarse. “Una de dos, o nadie cree en los números del Gobierno, o directamente la desconfianza le gana a cualquier tentación de ganancia”, deslizó un operador financiero porteño.
Desde el oficialismo intentaron explicar el pobre desempeño con un argumento centrado en la estacionalidad. Señalaron que la demanda de liquidez aumentó en estos días debido al pago de aguinaldos y otras obligaciones propias de esta parte del año. También mencionaron un proceso de remonetización que estaría empujando al mercado a demandar más pesos. “No es que no quieren prestarle al Estado, es que necesitan esos pesos para afrontar otras obligaciones”, indicaron desde el entorno de Finanzas.
Sin embargo, esas justificaciones no alcanzan para tranquilizar al mercado. Al contrario, el contexto general muestra un escenario más complejo, donde la incertidumbre predomina. La desconfianza no solo se expresa en el nivel de adhesión a la licitación, sino también en los movimientos posteriores. Las cotizaciones paralelas del dólar reaccionaron al alza, y el riesgo país se mantuvo por encima de los 1.400 puntos, ratificando que el acceso al crédito sigue muy limitado.
Un detalle que no pasó desapercibido fue el mensaje que publicó Pablo Quirno, secretario de Finanzas, antes de conocerse el resultado de la licitación. Informó que la liquidación de los fondos se haría el lunes 30 de junio, el mismo día en que vencen los títulos. Esta decisión apunta a evitar descalces de caja, pero también refleja el nivel de tensión en la administración del flujo de fondos. El margen de maniobra es cada vez más estrecho.
La situación revela un cambio de clima. Hace apenas algunas semanas, el Gobierno mostraba un nivel de rollover superior al 100 %, algo que le permitía al equipo económico presentar avances en materia de estabilización financiera. Hoy, esa dinámica empieza a desarmarse. Los vencimientos futuros se transforman en una amenaza concreta y la necesidad de renovar cada vez más deuda con menos apoyo complica las proyecciones.
El traspié de esta semana no solo deja a Caputo con menos fondos disponibles, sino que envía un mensaje preocupante al mercado: la voluntad de refinanciar no es infinita, y si las condiciones no convencen, los inversores prefieren retirarse. En un contexto sin acceso al crédito externo y con las tasas locales al límite de lo sostenible, el margen para sostener esta bicicleta se achica. Y el riesgo de un volantazo financiero, aunque todavía lejano, ya empieza a mencionarse con más frecuencia en despachos oficiales.