El salto del tipo de cambio oficial en julio llevó el valor del dólar a un nivel más ajustado, acercando la cotización a las exigencias que estableció el Fondo Monetario Internacional.
Durante julio, el dólar oficial trepó 13%, ubicándose en $1.380 y dejando atrás el escenario de atraso que preocupaba al Fondo. El FMI había advertido en abril que la cotización local mostraba un rezago de entre 15% y 25% respecto a valores de equilibrio para corregir la competitividad externa. Esa advertencia fue desestimada por el Gobierno hasta que la presión de los mercados y las recomendaciones del organismo empujaron a una corrección.
La suba de julio resolvió el principal reclamo del Fondo, que venía señalando la fragilidad del sector externo y el déficit de cuenta corriente, agravados por la apreciación del peso. Con el nuevo nivel cambiario, el tipo de cambio real multilateral—que compara la moneda argentina frente a una canasta de divisas—recuperó valores similares a los de 2024 y se acercó a la referencia histórica del Banco Central.
Desde el Palacio de Hacienda relativizaban la necesidad de ajuste, pese a que bancos, consultoras y economistas advertían sobre el impacto. Ahora, la propia dinámica del mercado forzó la corrección y expuso el debate entre la visión oficial y los informes técnicos del FMI. Para algunos expertos, el nuevo valor mejora la competitividad, pero el verdadero desafío será sostenerlo en un contexto de reservas bajas y déficit en la cuenta corriente.
A pesar de la suba del dólar, el impacto inmediato sobre los precios fue limitado, aunque las proyecciones marcan que la inflación podría acelerarse en los próximos meses si persiste la presión cambiaria. El FMI, por su parte, empeoró su estimación del déficit externo y sigue de cerca la evolución de reservas, compromisos fiscales y el resultado de las reformas en discusión en el Congreso.