Chubut: A menos de tres días de las elecciones nacionales, la pulseada por la banca en Diputados, según sus estrategías, muestra un final cerrado entre Alfredo Béliz, Juan Pablo Luque y una oposición fragmentada que intenta no quedar relegada.
A menos de 70 horas del 26 de octubre, la disputa por la banca nacional en Chubut se ordena en tres carriles bien definidos. Un peronismo tradicional de base sindical que corre por afuera de la conducción del PJ. Un peronismo de estructura kirchnerista, que ganó la interna y marca la línea partidaria con referentes como Santiago Igon y Emanuel Coliñir. Y, en el otro extremo, una agenda antiprivilegios judiciales que intenta capturar el voto urbano y binario de los sectores que miran la política con distancia y desconfianza, donde también asoma Maira Frías desde el espacio libertario, disputando ese mismo electorado desencantado.
En este tramo final, Alfredo Béliz unico candidato de trelew logró algo que parecía improbable, convertirse en protagonista real de la elección. Su crecimiento se apoya en un lenguaje directo, sin pretensiones, que genera identificación horizontal con los trabajadores y con amplios sectores medios que ya no encuentran representación en los partidos tradicionales. Su punto fuerte, y el que hoy más valoran los votantes, es no haber sido nunca funcionario provincial. Esa condición de “no contaminado” lo diferencia de los demás.
En los últimos días, Béliz reforzó la imagen de gestión sindical con inauguraciones de canchas y un SUM en el camping del SEC de Puerto Madryn, volvió a exhibir obras propias, y mostró que detrás del discurso hay acción.
Su conducción en el Sindicato de Empleados de Comercio dejó más de 1.200 viviendas entregadas, un número que habla por sí mismo. A eso se suman centros de formación que funcionan como un escudo para miles de trabajadores. Esto le permitió colocarse en una posición de ventaja sobre una campaña donde abundan las promesas y escasean los resultados.
Ese enfoque, práctico y alejado de la rosca partidaria, le dio lugar dentro de una competencia dominada por dos candidatos con estructuras estatales. Por eso, en estas horas decisivas, lo que ocurra en el territorio será clave, cómo se muevan los equipos, cómo lleguen al votante silencioso, y cuánto logren sostener el entusiasmo de los indecisos definirá el primer lugar.
Bajo el escudo de referentes kirchneristas como Santiago Igon y Emanuel Coliñir, Juan Pablo Luque. Se presenta como el candidato de la reconstrucción, apelando a un discurso de experiencia, gestión y continuidad, aunque con un estilo de comunicación más partidario, centrado en su figura.
Su condición de exintendente de Comodoro Rivadavia le otorga una ventaja simbólica, conoce el Estado, administró crisis y tiene vínculos con el empresariado local. Pero también carga con un lastre. Su gestión municipal arrastra controversias no resueltas y denuncias que vuelven cada vez que su campaña intenta consolidarse. En ese doble juego -gestión y sospecha- Luque intenta mantenerse de pie.
En las estructuras del peronismo se lo sigue considerando “el candidato del kirchnerismo”, el que puede garantizar presencia nacional y vínculos con Buenos Aires. Pero ese mismo atributo es su mayor debilidad, ser parte del sistema. En un contexto social donde la política institucional perdió prestigio, Luque representa precisamente eso que muchos quieren cambiar.
Aun así, nadie se anima a descartarlo. En las mesas peronistas se lo menciona como un gladiador político que, herido, sigue peleando. Y aunque sus números fluctúan, su campaña se mantiene viva por la estructura que lo rodea: intendentes, punteros, y el respaldo de la maquinaria kirchnerista. En esta elección, su desafío no es ganar nuevos votos, sino evitar que los propios se le escapen por las grietas del descontento.
En el otro extremo, Ana Clara Romero atraviesa el tramo final con un cambio de tono evidente. Su campaña, que durante meses se sostuvo en denuncias contra Luque y un discurso de anticorrupción, intentó virar hacia una agenda institucionalista más moderada. Pero el giro llegó tarde y en un clima electoral donde la paciencia social se agota en un segundo.
Romero sabiendo que las chances son muy escasas, reapostó a capitalizar el malestar con la clase política bajo una consigna simple: “Fueros sí o no”. Esa flecha apunta a un electorado urbano que valora la transparencia. Sin embargo, el mensaje no siempre fue acompañado por coherencia legislativa. Su historial en el Congreso -con abstenciones en leyes sensibles para la provincia, como el financiamiento universitario- y sus ausencias en sesiones clave, la dejaron expuesta. El discurso de “defensora de los intereses de Chubut” choca con votaciones que perjudicaron a los propios chubutenses y eso aniquila cualquier intencion de permanecer en el poder.
A eso se suman las contradicciones entre su prédica antiprivilegios y su alineamiento con bloques que acompañaron ajustes en sectores sensibles. Si bien supo posicionarse como voz crítica del poder, la insistencia en confrontar con Luque la encerró en un juego de espejo donde él seguía marcando la agenda. Su campaña se volvió reactiva, más interesada en señalar que en construir un proyecto propio.
En los últimos días, Romero buscó anclarse a las obras provinciales y hablar de gestión cuando el gobernador le daba la oportunidad, intentando recuperar volumen político. Pero el electorado percibe esa maniobra como un reacomodamiento forzado, más estratégico que auténtico, es decir Chubut por ser el mas golpeado por la crisis, esta muy atento a las maniobras politicas. En política, esas vueltas se pagan en las urnas.
En este escenario, Maira Frías, mano derecha de Cesar Treffinger aparece en la batalla contra el lugar de Ana Clara Romero, aunque en los hechos pelea cabeza a cabeza con Ana Clara Romero por el tercer lugar. Abogada, jefa de la UDAI ANSES en Comodoro Rivadavia y candidata por La Libertad Avanza, Frías representa la versión local del espacio libertario, con un discurso de orden económico, meritocracia y fin de los privilegios del Estado. Su perfil es combativo y con mas presencia en redes sociales que en el territorio. Su trayecto de campaña se siente que fue demasiado corto, lo que le resta muchas chances de ganarle a Romero.
Así se ordena hoy el humor de los chubutenses: un Béliz que tomó de sorpresa el control del territorio con una narrativa de trabajo y hechos, un Luque que resiste apoyado en el aparato y la estructura partidaria, una Romero que intenta reacomodarse entre la denuncia y la gestión, y una Frías que busca abrirse paso desde el discurso liberal para disputar el voto del desencanto.
En el tramo decisivo, Béliz se afirma como el candidato que mejor interpretó el hartazgo social con la política tradicional. Su presencia en la calle, el contacto directo con la gente y su trayectoria gremial le otorgan una autenticidad que hoy vale más que cualquier promesa y captura el peronismo tradicional. Luque, en cambio, defiende su bastión apelando a la experiencia y al aparato, pero enfrenta el desgaste de los años en gestión y las críticas que no logra disipar lo que provoca que aliados peronistas se le escape por sus relaciones con el kirchnerismo. Romero, que comenzó como fiscalizadora del sistema, intenta ahora exhibirse como dirigente de gestión, aunque el giro llega tarde y sin la convicción suficiente para recuperar el terreno perdido.
Por su parte, Maira Frías encarna el voto liberal que busca canalizar la bronca y el descontento con la clase política. Su discurso, centrado en la meritocracia y el fin de los privilegios, sintoniza con una parte del electorado, pero sus controversias internas y la falta de estructura territorial limitan demasiado su proyección.
A esta altura, los votos duros ya están definidos y el margen de maniobra es mínimo. La elección se resolverá en los bordes, entre el voto trabajador que mira a Béliz, el voto partidario kirchnerista que se aferra a Luque, y el voto urbano institucionalista que aún duda entre Romero y Frías, y un electorado cansado que esta vez parece más dispuesto a premiar la coherencia que la retórica.
El domingo mostrará qué narrativa logró representar mejor el pulso real de una provincia que, más que discursos, reclama resultados, presencia y gestión. Lo cierto es que también los resultados llevarán a una nueva reforma de los cuadros que rodean al gobernador Ignacio Torres, el que gane será parte, el que pierda deberá dar paso al costado por que esta quedando claro en Chubut que el futuro, necesita de conductores.