El acercamiento de las tres potencias marca un nuevo tablero global, con Xi, Putin y Modi enviando una señal conjunta frente a la presión de Washington.
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, volvió a pisar suelo chino, pero esta vez lo hizo en un contexto muy distinto al de sus viajes anteriores. No llega como un líder acorralado por sanciones occidentales, sino como un dirigente que, tras su encuentro con Donald Trump en Alaska, busca mostrarse en igualdad de condiciones con el jefe de la Casa Blanca. La cita en Tianjin, en el marco de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), representa un nuevo capítulo en la alianza con China y, ahora también, con India.
Putin fue recibido con honores por Xi Jinping, con desfiles y un clima de fiesta política. Lo acompañan más de una decena de líderes regionales, incluido Kim Jong-un, fiel al discurso antioccidental, y el primer ministro indio Narendra Modi, cuya presencia marca un cambio de época. India no participaba de este nivel de acercamiento desde hacía años, debido a tensiones fronterizas con Pekín. Pero el escenario internacional y la política de aranceles de Trump terminaron empujando a Modi hacia un terreno que parecía improbable.
Un contexto diferente tras Alaska
El encuentro de Putin con Trump en Alaska, el pasado 15 de agosto, ya había dejado un mensaje fuerte: el líder ruso fue recibido con honores y logró frenar los intentos de la Casa Blanca de imponerle nuevas sanciones por la guerra en Ucrania. Incluso consiguió que Washington bajara la presión respecto a los bombardeos sobre territorio ucraniano.
Con ese antecedente fresco, la llegada de Putin a China se lee como una consolidación de poder. En Tianjin, la OCS se transformó en un espacio de exhibición del nuevo mapa geopolítico. Allí, China organizó un desfile militar para conmemorar los 80 años de la victoria contra Japón y el fin de la Segunda Guerra Mundial, donde Putin compartió palco con Xi, Modi, Kim y el presidente de Irán, Masoud Pezeshkian.
“Ambos países se oponen al liberalismo occidental y desafían la hegemonía de EE.UU. Ambos países son poderes nucleares y miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU. Sus intereses estratégicos coinciden”, explicó Pierre Andrieu, exdiplomático especialista en la región.
Los analistas remarcan que lo que Henry Kissinger logró en los años 70 —distanciar a China de la Unión Soviética— hoy resulta imposible. Las tensiones de entonces entre Moscú y Pekín ya no existen. Ahora se complementan: Rusia con sus recursos energéticos y naturales, y China con su músculo industrial y tecnológico.
El comercio lo confirma: Pekín se consolidó como el principal comprador de gas y petróleo rusos tras la retirada de compañías occidentales, mientras que las automotrices chinas coparon el mercado ruso.
El lazo personal entre Xi y Putin refuerza ese vínculo. Ambos comparten edad, experiencia política prolongada y un estilo autoritario de gobierno. Xi no oculta su cercanía: llama a Putin “amigo muy querido” y ya se reunieron más de 40 veces en lo que va de sus mandatos.
El ingreso de Modi a esta dinámica es quizás la novedad más fuerte. India había estado distante, especialmente después de los choques en la frontera del valle de Galwan en 2020. Pero la realidad económica cambió. Los aranceles impuestos por Trump a los productos indios, como castigo por comprar petróleo ruso, empujaron a Nueva Delhi hacia un acercamiento con Pekín y Moscú.
Durante la cumbre, Xi le propuso a Modi dejar de lado la rivalidad histórica: “China e India deberían ser socios, no rivales”, dijo el presidente chino. El líder indio respondió en la misma línea, afirmando que existe un nuevo ambiente de “paz y estabilidad”. Incluso anunció la reactivación de vuelos directos entre ambos países, suspendidos desde los incidentes fronterizos, aunque sin precisar fechas.
Este giro no es menor. India y China son las dos naciones más pobladas del planeta y, junto a Rusia, conforman un bloque con potencial económico y militar de peso global. Sin embargo, los analistas advierten que la desconfianza entre ellos sigue latente, especialmente por la relación de Pekín con Pakistán, eterno rival de India.
La cumbre de Tianjin no solo tuvo desfiles. También se discutieron proyectos de fondo: la creación de un banco de desarrollo propio y un centro de cooperación en inteligencia artificial, iniciativas que buscan reducir la dependencia del sistema financiero dominado por Occidente.
Según datos de la OCS, este bloque ya representa cerca del 40% de la población mundial y un tercio del PBI global. La proyección es convertirla en una plataforma alternativa a organismos como el FMI o el Banco Mundial.
Los expertos coinciden en que, más allá de las diferencias internas, el acercamiento entre China, Rusia e India puede convertirse en un factor de contrapeso a la estrategia de Trump, que endureció la guerra comercial y sumó presiones diplomáticas.
La postal más fuerte de la semana se vio en la plaza de Tiananmén, con miles de soldados marchando bajo la mirada de Xi, Putin, Modi, Kim y Pezeshkian. Fue la primera vez que los líderes de China, Rusia, India, Irán y Corea del Norte se reunieron en un mismo acto.
“¿Será esta reunión la primera cumbre del ‘eje de las autocracias’?”, se preguntó Neil Thomas, especialista en China. El experto duda de la solidez de la alianza, dado que los intereses de cada país son distintos. Pero reconoce que la foto refleja la centralidad de Pekín en cualquier intento de articular un bloque antioccidental.
Patricia Kim, analista del Instituto Brookings, fue clara: “Lo mejor para Pekín es una Rusia fuerte para hacerle frente a Occidente, pero no tanto como para que salga de la órbita de China”.
El bloque Rusia-India-China (RIC), casi inactivo en los últimos cinco años, parece volver a tomar vuelo en un momento de máxima tensión comercial y política con EE.UU. El interrogante es si India está dispuesta a romper lazos con Washington para sumarse de lleno a una alianza que podría incomodarla en varios frentes.
Las imágenes de Tianjin, sin embargo, muestran que el tablero geopolítico se está moviendo. Trump enfrenta ahora un escenario donde tres potencias nucleares con más de 3.000 millones de habitantes exploran puntos en común. El desenlace, todavía incierto, marcará el pulso de la política internacional en los próximos años.
F: gs
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