PYONGYANG: La joven Kim Ju-ae emerge como figura central en el futuro del régimen norcoreano, desplazando a otras mujeres de la familia y marcando un nuevo capítulo en la dinastía Kim.
Desde su primera aparición pública en noviembre de 2022, cuando acompañó a su padre en un lanzamiento de misil balístico intercontinental, Kim Ju-ae ha sido objeto de una creciente exposición mediática oficial que la posiciona como posible heredera del liderazgo norcoreano. Aunque tiene alrededor de 12 años y no ocupa cargos formales ni habla en público, es llamada en la prensa estatal con títulos como “la más querida” y “amada” hija del líder, destacando un seguimiento constante en actos militares y ceremonias importantes.
Su imagen ha transitado de una niña vestida con ropas comunes de la élite a una figura de mayor autoridad, con vestimenta más sofisticada y gestos que transmiten seguridad y dominio del espacio público. Esta transformación acompaña la estrategia de Kim Jong-un de presentar públicamente a su hija en escenarios vinculados al poder militar y nuclear, reforzando la idea de continuidad dinástica y legitimación ante los mandos militares.
La irrupción de Ju-ae ha relegado en visibilidad a otras mujeres con tradición política en la familia Kim, como su madre Ri Sol-ju y su tía Kim Yo-jong, antes considerada posible sucesora. Sin embargo, algunos expertos advierten que debe confirmarse la inexistencia de un hermano varón, ya que en ese caso Ju-ae podría ocupar un rol transitorio. Por ahora, su protagonismo envía un mensaje claro a la población y al mundo: la dinastía Kim se prepara para mantener su mando en una cuarta generación.
El contexto del anuncio cobra mayor relevancia por la delicada salud que se atribuye a Kim Jong-un, con antecedentes familiares de enfermedades cardiovasculares que motivan la preparación de una sucesión desde una edad temprana. En un régimen profundamente patriarcal y militarizado, la eventual llegada de una mujer al liderazgo marcaría un cambio significativo.
Además, la promoción internacional de Kim Ju-ae parece también tener un componente estratégico, enviando un mensaje a adversarios de Corea del Norte sobre la durabilidad e independencia del régimen frente a los ciclos políticos externos, especialmente en Estados Unidos y Corea del Sur. De esta manera, la dinastía Kim busca presentar un poder perenne, no sujeto a mandatos limitados ni crisis internas.